10 agosto 2008

La maravilla de volar

Por: Canija
¿Sabían que la curiosidad me mata? Pues si señores, nunca he estado conforme con que las cosas sean así porque sí… siempre me ha gustado saber el por qué de todo… no quiero pensar el día que tenga hijos y sean como yo ¡Uff cuánta lata debí darles a mis padres!

Recuerdo la primera vez que tomé un avión … hace ya varios años de eso. Recuerdo que facturé el equipaje como tres horas antes de que mi vuelo fuera a salir, y entré en una enorme sala, llena de tiendas, donde la gente compraba compulsivamente… yo estuve las tres horas de reloj con la nariz pegada a unas enormes cristaleras viendo como a cada 30 seg despegaba un avión… aquello me parecía realmente magia y pensaba, ¿será toda esta gente consciente de lo mágico que es, que un aparato tan grande y tan pesado, pueda volar como si de un ligero avión de papel se tratase?

¡Cuánta física hay allí metida! A mi me impactó de sobre manera ver de cerca el avión al que me iba a subir… lo ví tan extraordinariamente grande… que pensé… "Dios, hacer volar esta gran máquina … ¡que maravilla!"

Bueno, la gente se comportaba como si aquello fuese un simple autobús… niños llorando, otra peleando porque no le cabía en el porta-equipaje su bolsa de mano, muchísimo ruido de gente hablando, gritando… en fin… ¡que poco consciente la gente de la maravilla que estaba a punto de suceder! .... yo recuerdo que puse música para aislarme de todo aquello, y me centré en sentir la experiencia, en mirar como loca por la ventanilla del avión… tuve una suerte inmensa pues coincidí con una de las alas, y pude comprobar todo aquello que yo había estudiado tiempo atrás.

Recuerdo que escribí varias páginas en mi libreta sobre la mágica experiencia que es volar. Cuando los motores arrancaron … ¡que maravilla! Un sonido sordo, potente, realmente impactante… y lo que más me gustó fue cuando, ya en la pista de despegue, comenzó el avión a tomar gran celeridad… sentir la velocidad, aquella potencia, sentir como el cuerpo se va hacia atrás… no imaginais cuánto me gustó aquello… y cuando comienzas a sentir que estás despegando, y ves el suelo cada vez más y más lejos, te sientes flotar… y sientes como cosquilleo en el estómago… no se, aunque suene a tontería, yo me sentí como un pájaro… sensación de libertad… y ¡madre mía! Que distinto se ve todo desde allí arriba. Te da un enfoque realmente diferente de las cosas. Veía los campos como si estuviesen peinados je je je, si si, estaban cultivados y se veían preciosos desde todo lo alto, los ríos parecían hilos de plata… brillaban enormemente… y divisaba la costa de mi país. Realmente se veía como cuando tomas un atlas y ves las bahías y los picos de mi litoral, pues igual.

Bueno, ¿quieren saber cómo se consigue volar un avión de 160 toneladas de peso? ¿Cómo hacemos para ganar a la ley de la Gravitación Universal pronunciada por Newton? Pues muy fácil, con otra ley física conocida como el Teorema de Bernouilli. Se trata de conseguir anular la fuerza calculada por Newton sobre un objeto, el avión en este caso, aplicando lo que asegura Bernoulli: cuando aumenta la velocidad del aire, su presión disminuye.

La explicación más sencilla para poder entender las razones por las que vuelan los aviones se centra en la forma de sus alas. Su diseño permite que el aire circule más rápido por la parte superior del ala y más lento por su parte inferior. Esto hace que la presión bajo el ala sea mayor que encima de ella y, por lo tanto, el avión reciba un “empujón” hacia arriba. Así, queda suspendido entre dos fuerzas. Cuando el avión se mueve debido a la fuerza del motor, el aire circula por sus alas produciendo el empuje que lo hace volar.

No obstante, antes de surcar los cielos, debe lograr alzarse. Para ello los motores del avión deben alcanzar una fuerza equivalente a la tercera parte del peso total.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si la primera vez que uno vuela en un avión comercial es fenomenal, déjenme decirles que cuando se vuela en un jet privado, de esos pequeños, es excitante.

La sensación de velocidad en del avión comercial se duplica en un pequeño jet.

Eso me sucedió una vez que fuí a un proyecto al que nos contrataron de emergencia. El cliente puso el avión privado.

Entrar al hangar es de por si, una experiencia sin igual. El acomodarse en el asiento al lado de la puerta y hacer el recorrido por la pista auxiliar en búsqueda del inicio de la pista no es igual a cuando se hace en un gran jet.

Al llegar al inicio de la pista recuerdo bien que el copiloto volteó a verme haciendo una señal con el dedo pulgar hacia arriba. Yo dije dentro de mi: ¡Qué buen tipo! Volteó para hacerme una señal amable. Pero por Dios. En ese momento el piloto metió a fondo el acelerador y yo dejé las víceras al inicio de la pista.

Lo único que pude pensar es que si un policía nos agarraba, ni con el sueldo de toda nuestra vida (un equipo de 5 personas) hubiéramos juntado para la multota por exceso de velocidad.

No conforme el gandalla del piloto de meter tremendo acelerón cuando jaló hacia él el timón y ese pequeño pájaro comenzó a elevarse con gran rapidez yo sentí que me quedaba en la pista.

En ese momento comprendí la seña del copiloto. El ingrato no me deseaba suerte, más bien con el puño cerrado me indicaba que me agarrara fuerte y con el pulgar me decía que vamos para arriba en chin... rapidito.

El aterrizaje fue algo similar, pero ahora si cuando el copiloto volteó para hacerme la misma seña yo abracé mi cinturón y el de el asiento del otro lado del pequeño pasillo. ¡Este ingrato no me la vuelve a hacer!

El ensordecedor sonido de las turbinas frenando el camino del pequeño jet, se me olvidó por completo cuando el maldito piloto no siguió al final de la pista para frenar por completo y a mitad de el camino dio vuelta cual si llevara vacas, y además ni prendió las luces direccionales... bueno nui la mano sacó para decir agua va. Yo pegado al cristal de mi ventanilla debido a la fuerza centrífuga, en ningún momento solté mi cinturón de seguridad, el del asiento del lado y el de mis pantalones.

Cuando frenó su camino frente al hangar y vaje del jet, estuve a punto de gritarle a los policías fedcerales que le hicieran el antidoping o por lo menos la prueba del alcoholímetro al piloto, pero en un chispazo de razón mejor me callé, porque ese desgraciado era el que me iba a traer de regreso a mi ciudad.

En este viaje de verdad que sentí a Newton, a la familia Bernoulli y a toda su descendencia en las víceras. Esto es pura cuestión de física aplicada.